El destino quiso
que en la primera vuelta de las elecciones disputada en el año
2003 NCK obtuviera el segundo lugar con el 21,5% de los votos detrás
del ex presidente Carlos Menem que habiendo salido triunfante no
se presentó al balotaje.
Fue un grande
porque su accionar no se llevó a cabo en épocas de
vacas gordas, sino todo lo contrario, corrían tiempos de
desintegración social, de un gran desempleo, con las arcas
públicas en rojo, con una gran presión de los centros
financieros y por sobre todo con un margen de maniobra pequeño
para administrar el país, salvo que se constituyera en un
tapado, en un político destinado a reinstalar una nación
vitalmente soberana y con políticas que privilegiaran a los
más desposeídos.
Eso hizo y mucho
mas…por eso recordándolo con añoranza y admiración,
volvemos a compartir con nuestros lectores, la nota que publicáramos
el 4/11/2010, que gentilmente nos enviara el periodista y amigo
Pablo Llanto que es un himno a la verdad histórica.
“Perdón
Flaco”
Lo que te puteamos
Flaco. Las cosas que dijimos de vos cuando en la imbécil
tentación del engreído revolucionario decíamos
de vos, el monigote de Duhalde. Las marchas que te hicimos. Queríamos
decirles a los argentinos que estabas dilapidando nuestra plata
dándosela en bandeja al FMI.
Cuántas
palabras envueltas en desprecio y sorna. Instruidos en las sabias
esgrimas marxistas, enumerábamos los siniestros enemigos
de los que te rodeabas. Casi, casi, te ordenábamos que fueses
puro. Como nosotros.
En los rudos
textos, en las vehementes intervenciones radiales, despedazamos
tus confusas relaciones con el poder. Claro que sí, qué
otra cosa era un hombre saludando a Bush con una sonrisa. No prestabas
atención a nuestra pedagógica manera de llevar adelante
el protocolo.
El propósito
era que nos escuchases. Que leyeras nuestros volantes, nuestros
afiches, nuestras banderas. Tenías que hacerte, de un día
para otro, justiciero expropiador de todos los sinvergüenzas.
Tenías
que rendirte ante nuestras luchas. Queríamos ser testigos
de un milagro que honrara a nuestros santos leninistas: la conversión
acelerada de un político burgués a tigre trotskista,
como aquel que posa en nuestros posters.
Queríamos
verte echando a todo tu staff, tus ministros, tus amigos, tu familia,
desprendiéndote de cuentas bancarias, bienes, alquileres.
Si era posible Flaco, tenías que tirar los mocasines y la
birome Bic. Y desafiliarte del PJ.
Un día,
Flaco, nos enteramos que hablabas en la ESMA. Que entrabas allí
con las viejas y con los hijos. Pedazo de oportunista, dijimos.
Luego, procuramos escuchar bien aquello que decías:
"Como presidente
de Argentina, vengo a pedir perdón en nombre del Estado nacional
por la vergüenza de haber callado durante 20 años de
democracia tantas atrocidades".
Carajo. Exasperabas
nuestra incredulidad eterna. De pronto, un presidente argentino,
de la Casa Rosada, les pedía perdón a las Madres;
a las mismas Madres que un tiempo atrás (diciembre 2001)
habían sido gaseadas, mojadas, arrojadas a caballos por los
infames de la Casa Rosada. Ebrios de indiferencia, pensamos que
debíamos aplaudir ese gesto, no más de 24 horas. No
podíamos ser aventurados en el elogio. No tolerábamos
que no cumplieras, una a una, todas nuestras utopías.
Ni cuando aprobaste
la jubilación para los que no tenían aportes. Incluida
nuestra vieja, y nuestra suegra.
Ni cuando le
brindaste a Chávez, y a otros, el escenario adecuado para
mandar a la misma mierda, el asesino ALCA.
Ni cuando le
sacaste el fútbol de las manos al pulpo eterno.
Ni cuando quisiste
poner un poco de justicia con la 125 cumpliendo tu máxima
peronista de llegar al fifty fifty.
Ni cuando desafiaste
a Clarín y sus tentáculos.
Ni cuando ideaste
el final del monopolio de Papel Prensa.
Ni cuando impulsaste
el matrimonio igualitario.
Ni cuando te
enojaste con las claudicaciones de la ex intachable Corte.
Ni cuando apagaste
las privatizaciones de Aerolíneas, el saqueo de las AFJP,
el choreo macrista del Correo.
Ni cuando te extenuaron los impostores, los Alberto Fernández,
los Lavagna, los Solá, los Cobos, los Pedraza.
Ni cuando apoyabas
una ley que resolviera un cacho de participación en las ganancias.
Ni siquiera
cuando tu última opinión sobre los burócratas
sindicales contenía una frase premeditada: “hay que
dar con el último de los autores intelectuales del crimen
de Ferreyra”.
Ahora que estás
en Santa Cruz, rodeado de los combativos mineros de Río Turbio
que adorábamos en los 90, ahora es como un poco tarde, Flaco.
Queríamos
decirte simplemente que los anarquistas somos, a veces, muy de vez
en cuando, un laberinto de contradicciones. Y que pensábamos
votarte.
Era nuestra
mínima y secreta manera de pedirte perdón”.
Gentileza Pablo
Llonto.
Ante tan elocuente descripción de la realidad, creemos que
no hace falta agrega ni una coma más al excelente artículo
publicado por el ex delegado de Clarín, reincorporado por
la Justicia a su `puesto de trabajo, pero impedido de acceder a
su fuente laboral por disposición de la patronal del grupo
monopólico”.
27-10-2014.