No viene mal en estas fiestas leer la letra y/o escuchar la hermosa
canción de León Gieco “La Navidad de Luis”,
una creación emblemática del nacido en Cañada
Rosquín, quien creo es uno de los cantantes populares argentinos
más importantes de todas las épocas, por supuesto
a excepción de Carlos Gardel quien está fuera de toda
competencia y que encima cada día canta mejor.
LA NAVIDAD DE LUIS – León Gieco.
Toma Luis, mañana es Navidad
un pan dulce y un poco de vino
ya que no puedes comprar.
Toma
Luis. llévalo a tu casa
y podrás junto con tu padre
la Navidad festejar.
Mañana
no vengas a trabajar
que el pueblo estará de fiesta
y no habrá tristezas.
Señora,
gracias por lo que me da
pero yo no puedo esto llevar
porque mi vida no es de Navidad.
Señora,
cree que mi pobreza
llegará al final comiendo pan
el día de Navidad
Mi
padre me dará algo mejor
me dirá que Jesús es como yo
y entonces así podré seguir viviendo.
Mucho han cambiado las celebraciones navideñas a partir de
la masiva retirada de miles de fieles de de la grey de la iglesia
católica Argentina. Posiblemente a causa de la falta de ejemplos
en su seno, sus posturas institucionales frente a la realidad erróneas
y consecuentemente el cambio de paradigma social en ciernes que
fue encontrando adeptos en el materialismo ateo y el consumismo
liberal.
Ambas
fuentes que privilegian otros valores a los del cristianismo y que
han contribuido ciertamente a abandonar hasta las obligaciones domésticas
más primarias, como lo es la construcción y el apuntalamiento
de la célula social más elemental: “La Familia”,
algo tan importante como la preservación del medio ambiente,
la lucha por la igualdad o la solidaridad entre los pueblos y naciones.
Así
las cosas, recuerdo que el 24 de diciembre del año 1995,
en el apogeo del tiempo menemista, el querido Padre Luis Farinello
convocó a la Plaza de Mayo, dado el humor social que le embarga
a los más desposeídos, hombres y mujeres sin trabajo
y ya casi sin esperanzas colectivas con la instauración del
llamado neo liberalismo.
Pues
bien, a su convocatoria asistieron pastores protestantes, rabinos,
católicos, imanes, etc. que debían orar-rezar o como
quiera llamársele, para que en esa navidad no existiesen
hogares con gente sola y “La Mesa Vacía”.
En
dicha oportunidad el padre Farinello, concurrió con la tradicional
combi que lo trasladaba habitualmente y junto a ella, se hallaba
también un viejo colectivo -ya fuera de línea- que
había transportado a unos 25 niños de la localidad
de Quilmes con una condición muy humilde que oficiaban de
guardia pretoriana del referido sacerdote.
Como
yo trabajaba en un banco del microcentro porteño, alrededor
de las 15.00 hs. me acerqué y salude a los presentes, que
recién estaban acomodándose y gracias al asueto administrativo
decretado después del horario de atención al público
me apersoné al lugar para participar del evento.
Tengo
hasta hoy día en mi retina la imagen surrealista, de miles
de personas galopando como Usain Bolt: presurosos, crispados, llevando
en sus brazos bolsas con regalos varios, botellas de vino, champagne,
sidra, etc. y seguramente también las billeteras cargadas
por el aguinaldo cobrado. En esta vorágine humana, lógicamente
poco y nada de espacio hubo para que el hombre de clase media porteño
hiciera un alto en su devenir y compartiera unos minutos de sana
reflexión con las autoridades eclesiásticas reunidas
en la histórica Plaza.
Entonces
los llamados y exhortaciones realizadas por los expositores y sus
posteriores oraciones cayeron en saco roto, ya que a excepción
de unas 4 o 5 personas que permanecimos durante todo el evento,
nadie, pero absolutamente nadie olvidó por un momento su
mercantilista navidad para reflexionar acerca de la trascendencia
de la fecha y su vigencia en el siglo XX.
Tampoco
es feliz el recuerdo de la conducta de los transeúntes para
con los “niños villeros” que nada pedían
y que tan solo acompañaban a su protector extrañados,
maravillados, anonadados, posiblemente alguno de ellos conoció
la vieja Plaza de la Victoria en esa ocasión. Los diálogos
con los niños no existieron ni tampoco los saludos y menos
los deseos de felices fiestas, aquellos niños eran invisibles
para los trabajadores de la “City” porteña solo
interesados en sus “ocupaciones navideñas”.
Eran
los tiempos en que ya se avecinaba la noche política y social
para los argentinos. Unos meses después el padre Luis Farinello,
publicó el libro “La Mesa Vacía” y aquello
solo fue el preludio, después vino lo peor.
Como
vemos desde hace algunas décadas, la celebración de
la llegada del Mesías de los Cristianos se ha convertido
casi exclusivamente en una simple campaña de marketinera,
dejándose de lado cualquier espacio para la reflexión
familiar o la austeridad material.
Por
las circunstancias señaladas y algunas otras que serían
muy largas de enumerar es que me he tomado la licencia de titular
esta entrega como: “La Navidad de los Luises” `porque
dejando de lado la mercantilista, existen las descriptas por León
Gieco y las inspiradas en hombres que son un ejemplo de vida como
el querido padre Luis Farinello, a quien le deseo una pronta recuperación.
Las
navidades de estos 2 íconos del pueblo, uno posiblemente
ateo y otro creyente, sintetizan a hombres que han consagrado sus
vidas por un ideal, son santos. Son santos porque han consagrado
sus vidas a favor de la libertad, la solidaridad, el amor fraternal,
la búsqueda de la felicidad colectiva y por sobre todas las
cosas jamás le han mentido al pueblo, nunca lo han defraudado
y porque siempre están en la medida de sus posibilidades
presentes cuando un hermano o no, lo necesiten.
Luis
Alberto Mello.
24-12-2013.
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