El carnaval es una celebración que tiene origen pagano pero
luego tomado por la Iglesia quien lo hace coincidir con la celebración
de la cuaresma cristiana. En principio diremos que durante la Edad
Media donde la influencia del cristianismo en la sociedad era muy
fuerte esta práctica era considerada “diabólica”
con el correr de las décadas esta visión se fue flexibilizando
hasta su aceptación definitiva.
Con
referencia al modo de celebración, siempre las culturas reinantes
en cada uno d los pueblos determina sus características centrales,
igual suerte corren sus ritmos musicales, siendo totalmente diferente
los europeos que los celebrados en nuestro continente, ya que los
mismos tienen una marcada influencia afro-amerindia que llega hasta
nuestros días, manteniéndose la gracia de las formas
bailables, la destreza para la ejecución, la alegría
presente en cada parte de su ejecución y las ansías
de libertad que los participantes trasmiten en estas jornadas donde
reina un espíritu de liberación personal y social.
En
Buenos Aires durante el siglo XIX e incluso luego de la sanción
de la Constitución Nacional y especialmente en la Banda Oriental,
existía por ese entonces una disimulada forma de sometimiento
a las personas de raza negra o indígenas (y sus descendientes)
por lo general afectadas a la servidumbre hogareña quienes
encontraban en las fiestas de carnaval un período de descanso
y solaz, que lo eximían de realizar las pesadas actividades
diarias que se prolongaban durante todo el año, salvo algunas
pocas festividades religiosas tradicionales.
Un
legado de esas épocas son los candomberos de gran popularidad
en la República Oriental del Uruguay, que en estos días
están resurgiendo en el espectro cultural rioplatense, ritmo
que ha conservado en gran parte la herencia de sus ancestros africanos
llegados como mano de obra esclava a estas latitudes, pero también
trayendo consigo sus costumbres, danzas y los ritmos propios de
sus pueblos que son muy variados en función del lugar de
donde provenían estas personas.
Una
de las características que observamos en el carnaval porteño,
es la vestimenta de los integrantes de las distintas murgas que
participan en estas festividades. Estas indumentarias tienen su
génesis en la vieja moda de vestir propia de las familias
tradicionales, que casi siempre vestían con frac, levita,
galera y bastón, verdaderos símbolos de su status
social.
La
servidumbre en diario contacto con esta realidad tomó prestada
para sí este tipo de indumentaria propio de su imaginario
social inaccesible, popularizando en los desfiles esta moda similar
a la de sus patrones, confeccionado durante todo el año nuevas
prendas que lucían al revés (símbolo de rebeldía)
o al derecho y también utilizando viejas prendas descartadas
por la sociedad blanca.
Se
comprende así porque estas celebraciones eran tan importantes
para esta clase social pauperizada que trabajaba de sol a sol, sin
poder contar con una legislación laboral que les permita
no tener un futuro signado atravesado por la discriminación
y una explotación desmedida. Un oasis para estos sectores
constituía el poder acompañar a los miembros de las
familiares agroexportadoras en sus viajes al continente europeo
que lo nutrían de experiencias nuevas que los enriquecían,
mientras que a los sirvientes que quedaban en la Argentina, también
estas excursiones al exterior de sus patrones era una bendición
ya que se les aliviaban las tareas diarias por la ausencia de sus
jefes.
El
carnaval puede ser considerado entonces como una modalidad colectiva
que expresa alegremente los reclamos de las urgencias sociales de
sus miembros o de los sectores mas relegados socialmente, siendo
además un espacio de participación único y
socializante ya que los integrantes no necesitan destreza profesional
alguna para ser integrantes de las mismas, es decir, cualquier aficionado
que no haya pasado por escuelas de arte o baile con solo tener las
ganas y esmerarse en las composiciones definidas está habilitado
para formar parte de la festividad.
Con
el tiempo, se fue modificando el arquetipo de las celebraciones
incluyéndose carrozas, nuevos diseños coreográficos,
maquillajes, danzas, competencias, estandartes, ritmos, poesías,
canciones, etc., conformando un escenario particular donde fluye
la felicidad de los participantes y del público concurrente.
En
este marco festivo, las composiciones musicales en nuestro criterio
son las protagonistas de la noche, ya que si nos detenemos a escuchar
sus letras atentamente, observamos que como se expresara en párrafos
anteriores más allá de su métrica y estilo,
el mensaje de las mismas refleja las urgencias sociales de los mas
oprimidos o la protesta ante políticas oficiales que afectan
valores tales como el respeto por la tierra, los valores culturales
de los antepasados, etc. que responden a un ideario de justicia
común.
Este
evento en la actualidad requiere mucho esfuerzo durante muchos meses
previos a su celebración como es el caso de los carnavales
de Río de Janeiro, Corrientes y Gualeguaychú, de gran
reconocimiento internacional desde hace muchos años.
Como
ya expresáramos anteriormente hay diversas modalidades de
festejo según el lugar donde se celebra el carnaval, una
es el desfile extraordinario de carrozas, y bailarines que recorren
los llamados “sambodromos”, “corsódromos”
durante varias horas.
En
nuestra ciudad el carnaval está hegemonizado por la existencia
de alrededor de 680 murgas barriales, entre las cuales podemos mencionar
a: los Colosos de Boedo, los soñadores de Villa Pueyrredón,
Los movedizos de Villa Crespo, Los desconocidos de siempre de San
Telmo y otras muchas que podríamos reseñar en otra
ocasión.
En
esta modalidad (la murga) cada barrio conserva su esencia y estilo,
existiendo sanas competencias entre las mismas. Todas ellas están
conformadas por 4 escenas:
1.-
Presentación.
2.- Crítica.
3.- Homenaje.
4.- Retirada.
Yendo
a otras geografías de América uno de los festivales
más maravillosos pero poco conocidos es el que se celebra
en la ciudad de Oruro, en Bolivia. Las jornadas se extienden durante
muchas horas finalizando a la madrugada dentro de una iglesia católica
ubicada en un cerro de la ciudad, verificándose así
un verdadero sincretismo entre los rituales autóctonos y
los de la iglesia.
Se
trata de una especie de competencia anual entre representantes de
todos los estados de Bolivia. Esencialmente se caracteriza por la
diversidad de los trajes multicolores que lucen, de gran belleza
y creatividad, quizás emparentados con las culturas de oriente;
la presencia de una gran banda musical por cada comparsa, generalmente
vestidos con trajes de colores que identifican a su lugar de origen
y con sombreros muy llamativos occidentales; cada agrupación
tiene un mínimo de 500 personas y durante todo el recorrido
que son alrededor de 3 Km se escuchan los sones de las bandas, llamando
la atención la creatividad de las máscaras muy diferentes
a las de nuestra cultura porteña, participan en este desfile
diario alrededor de 20.000 personas que trabajan todo el año
en cada región para que la presentación sea la mejor
de todas.
Este
gran misterio del origen carnavalesco, ya no resulta tan importante
cuando hay un objetivo en común que es una protesta fuertemente
escuchada y que se comienza a prolongar en el tiempo, formando así,
una identidad cultural.
LUIS ALBERTO MELLO
Coordinador de BUENOS AIRES – CIUDAD KRYPTON DIGITAL.
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