Así,
tenemos casos paradigmáticos como el desalojo y represión
de decenas de familias en el Patronato de la Infancia (PADELAI)
en 2002 durante el gobierno de Ibarra o el incendio y posterior
abandono de familias en Villa Cartón, en 2007 durante la
gestión de Telerman, entre muchísimos otros.
No
obstante, durante la actual gestión macrista, los grandes
negociados inmobiliarios, con su correspondiente transformación
del espacio público de la ciudad en un lugar de exclusión,
de control y de miedo, se han transformado en bandera de este gobierno.
El macrismo levanta las banderas de los desalojos, la falta de presupuesto
para vivienda y la expulsión de los pobres de la ciudad.
Y lo hace abiertamente, sin ahorrar frases cargadas de definiciones
ideológicas y sin importarle siquiera el costo político
de sus acciones.
La
medida que mejor ejemplifica la política de exclusión
del gobierno con respecto al tema vivienda, es el veto que el Ejecutivo
dio a la Ley de Emergencia Habitacional sancionada en 2008 por la
Legislatura. Según esta ley, se suspendían hasta el
año 2011 todos los desalojos de las propiedades del GCBA
que fueran usadas como vivienda. Al veto de esa ley se le suma la
creación de la Unidad de Control de Espacio Público
(UCEP), a través del decreto 1232/2008, para “…
mantener el espacio público libre de usurpadores por vía
de la persuasión”. Persuasión que, en la práctica
real y concreta, se traduce en los aprietes y golpizas que los matones
de la UCEP descargan sobre las y los habitantes de la ciudad.
Por
todo esto, un conjunto de organizaciones sociales y políticas
hemos decidido dar una respuesta colectiva y desde abajo a estos
atropellos. De esta manera, nos hemos constituido en asamblea permanente
contra los desalojos.
Esta
iniciativa surge principalmente a partir de dos casos testigos:
la amenaza de desalojo a una casa perteneciente al GCBA ubicada
en la calle Pringles y Díaz Velez, Almagro, donde una familia
de once personas vive hace 25 años; y el desalojo ilegal
de la Huerta Orgázmika y la represión en el Centro
cultural La Sala con la detención y golpiza de 22 compañeros
y compañeras.
Como
primera medida para evitar el desalojo de la casa de Pringles, el
8 de Junio pasado la Asamblea Permanente contra los desalojos convocó
a una movilización y Escrache a la Dirección de Administración
de Bienes de la Ciudad. De esta dependencia surgen los decretos
de desalojo que Macri firma y hace efectivos sin ser necesaria la
intervención de la Justicia. En este organismo también,
a una de las compañeras que habita en la casa de Pringles
y que participa de la Asamblea, le dijeron abiertamente que el gobierno
quería desalojar todos los inmuebles para su posterior venta,
y que en dos meses se haría efectivo el desalojo sin ofrecerle
ninguna solución, mas que dirigirse a Desarrollo Social a
obtener el irrisorio subsidio habitacional de 700 pesos mensuales
por algunos pocos meses.
En
la jornada del 8 de Junio fuimos a exigirle a Tomás Ibáñez,
director de Administración de Bienes, el compromiso por escrito
de que no desalojaría a nuestra compañera y su familia
sin darle una SOLUCIÓN DEFINITIVA a su situación habitacional.
Se sumó a este reclamo la Asamblea de San Telmo, que viene
colaborando con una casa en situación de desalojo ubicada
en la calle Constitución, en la que habitan varias familias.
Gracias al compromiso y a la presencia de muchas organizaciones,
compañeros y compañeras los casos tomaron estado público
e Ibáñez no tuvo mas remedio que recibir a una delegación
y firmar el compromiso de la suspensión del desalojo.
Si
bien el acta está plagada de ambigüedades y no tiene
un peso legal definitivo es un importante logro en lo político
ya que demuestra que solo mediante la organización y la lucha
podemos dar vuelta esta situación.
Además,
Ibáñez deslizó algunas definiciones que son
dignas de mencionar. En la negociación por la casa de Constitución
intentó convencer a la compañera presente de la Asamblea
de San Telmo que entregaran otro predio del que hacen uso en la
calle Paseo Colón. Para esto argumentó que hay un
proyecto de ensanchar esta avenida, junto a las avenidas J.B.Alberdi
y De los Constituyentes, que el gobierno pretende terminar y que
pertenece a la gestión de Cacciatore, intendente de la ciudad
durante la Dictadura genocida de 1976-1983. Primera definición
llena de carga simbólica: la argumentación para llevar
a cabo un desalojo es la conclusión de un proyecto de exclusión
elaborado en la dictadura.
Por
otro lado, Ibáñez comentó que el gobierno tiene
pensado realizar únicamente desalojos de “bajo impacto
social” antes de las elecciones. Este plan se condice con
la frase que con orgullo e impunemente tiró a principios
de este año el Jefe de Gabinete Rodríguez Larreta
“despacito y en silencio se van haciendo desalojos”.
Los
discursos no sólo dicen, sino que también posibilitan,
aperturan, incomodan, clausuran, justifican, habilitan y deshabilitan,
habitan y deshabitan, alojan y desalojan. En los años previos
a la dictadura del ´76, la figura del subversivo se impuso
discursivamente como condición para llevar a cabo la cruenta
represión dictatorial y pre-dictatorial. El subversivo no
era cualquiera, es decir, no cualquiera podía ser etiquetado
como tal. Los subversivos eran militantes de izquierda: peronistas,
trosquistas, anarquistas, guevaristas; jóvenes estudiantes
secundarios y universitarias; obreras y obreros; intelectuales,
artistas, periodistas.
En
la Ciudad de Buenos Aires, la figura del subversivo fue una de las
construcciones discursivas que puso en marcha a las topadoras verde
oliva de Cacciatore para arrasar con algunos de los tantos barrios
porteños con pasillos y techos de chapa y construir una urbe
atravesada por autopistas en la que vivan sólo quienes “lo
merezcan”. Pero no pudo, las villas resistieron y aún
resisten, y no justamente –como gusta a muchos decir- porque
a sus habitantes les guste no pagar los impuestos.
La
figura del subversivo –aquel que subvierte el orden establecido-
fue mutando a lo largo del tiempo. Sin cabida para desapariciones
masivas y sistemáticas de personas, la construcción
discursiva del subversivo dejó de surtir efecto. Hace unos
años, habilitando modos más sutiles de represión,
los medios masivos de comunicación comenzaron a construir
la figura del “pibe chorro”.
El
discurso de la inseguridad, similar pero distinto al que circulaba
durante los meses previos al 24 de marzo del ´76, dibuja el
contorno del “pibe chorro” como un sujeto peligroso
que, también como antes, no es cualquiera ni vive en cualquier
parte: es adolescente, no tiene una familia constituida, no va a
la escuela, no trabaja, fuma paco y vive en las villas. El “pibe
chorro” es el responsable de la inseguridad. La inseguridad
–nos dice ella misma a través del discurso de los medios-
sale de las villas y se esconde en ellas: zonas peligrosas que se
deben erradicar para terminar con los robos, violaciones y asesinatos
a las “personas de bien”.
Erradicar
significa arrancar de raíz, sacar de la tierra y no permitir
que vuelva a crecer. Cuando las ciudades tenían límites
fijos demarcados por puentes o murallas, no se erradicaba sino que
se desterraba, se echaba más allá de las fronteras.
Aún sin ser una muralla, la Avenida General Paz funcionó
durante la última dictadura militar como aquel límite
detrás del cual eran arrojados los habitantes de la Villa
31 y otros barrios precarios de la ciudad como parte del plan de
higienismo urbano encarado por la dictadura.
Hoy
día, el erradicado no tiene un afuera de la ciudad donde
ser arrojado, entonces se convierte en errante, una vagabunda que
va a ninguna parte. La erradicada sufre lo mismo que el desalojado:
aquel a quien se corre del lugar que habita. A la desalojada se
le niega el derecho a la vivienda y, con ella, se le impone no vivir
en un lugar para tener que pasar a vivir en un no-lugar: debajo
de la autopista, en una estación de subte o de tren, en una
plaza, lugares desde donde luego será nuevamente desalojado
y así una y otra vez.
Claro
que las voces del gobierno y de los medios masivos de comunicación
nunca dan cuenta de esta suerte que deben correr los erradicados
y desalojadas. Sólo hablan del destino de los lugares de
desalojo: shoppings, museos a ilustres próceres, polos tecnológicos,
ensanchamiento de las avenidas, agrandamiento de los puertos. En
sus propias palabras, se trata de “recuperaciones del espacio
público”. Recuperar significa poner en servicio lo
que antes estaba inservible. Implica negar lo que allí había
antes de producirse el desalojo, negar el espacio y quienes lo habitaban.
Recuperar
un espacio es considerarlo previamente perdido, vacío, ocioso.
Por otra parte, cabría preguntarnos: ¿recuperarlo
de quién?, ¿para quién?, ¿para qué?
En
los últimos meses, el Estado de la Ciudad de Buenos Aires,
por intermedio de la gestión macrista, ha avanzado en el
desalojo y la erradicación de distintos barrios, viviendas,
centros culturales y experiencias autogestivas de la ciudad. Cada
uno de estos avances estatal-mercantilistas responde a un particular
proyecto inmobiliario que, juntos, delinean de manera estratégica
una cartografía urbana de la exclusión y el control
del espacio público. Sin embargo, los mismos no se han dado
ni se siguen dando sin la resistencia de quienes habitan los espacios
sobre los que el Estado intenta avanzar.
El
Corredor Verde del Oeste es una mega proyecto por el cual, en el
año 2000, el Estado Nacional a través de la ONABE
(Órgano Nacional de Administración de Bienes del Estado)
le cedió las tierras lindantes con el ferrocarril Sarmiento
al Gobierno de la Ciudad. El Proyecto consiste en el soterramiento
de las vías para la construcción de un gran parque
lineal que ocupe la traza que va de Once a Liniers.
Por
falta de presupuesto el proyecto fue postergado una y otra vez por
los sucesivos gobiernos. No obstante, al asumir el macrismo prometió
terminar esta obra. Con esta excusa se realizó el desalojo
de un asentamiento que se había levantado en terrenos fiscales,
lindantes con la vía a la altura de Caballito. Casualmente
allí mismo comenzó no la obra del corredor verde sino
la construcción de lujosas torres a cargo de una empresa
de un amigo de Macri, Nicolás Caputo.
Además,
también en tierras del ferrocarril Sarmiento se encontraba
la desalojada Huerta Orgázmika y los edificios de Gascón
123 y Mario Bravo 145. Estos últimos pretenecen al gobierno
de la ciudad y están habitados por decenas de familias. En
Julio del año pasado la legisltura aprobó un proyecto
de ley por el cual ambos inmuebles quedaban desafectados del Corredor
Verde del Oeste y serían destinados a viviendas sociales
para sus actuales habitantes. Obviamente, Macri vetó la ley
y envió la cédula de desalojo.
El
veto argumenta cínicamente que “las franjas afectadas
por la Ordenanza N° 24802, se encuentran dentro de los Programas
propuestos por el Plan Urbano Ambiental destinadas al 'Corredor
Verde del Oeste' que implica el soterramiento del ex Ferrocarril
Sarmiento en algunos tramos y son las únicas reservas de
tipo lineal con que cuenta la Ciudad” y que “el concepto
de "vivienda social", tal como nombra el proyecto de ley,
no está tipificado en el código de planeamiento urbano”.
Uno
de los proyectos fundamentales que la última dictadura militar
tenía destinado para la ciudad de Buenos Aires –y que
quedó inconcluso- es el denominado Plan General de Autopistas.
En el marco de este plan, el gobierno de Cacciatore expropió
y desalojó terrenos, viviendas y hasta edificios enteros
ubicados sobre la traza de la “Autopista Central (AU3)”,
la cual recorre recorre la ciudad de Buenos Aires desde la Av. General
Paz, en barrio de Saavedra hasta Puente Alsina, atravesando los
barrios de Belgrano, Villa Urquiza, Coghlan, Chacarita, Villa Ortúzar,
Colegiales, Palermo, Almagro, Villa Crespo, Balvanera, Parque Patricios
y Nueva. Sin embargo, ya en 1981 varios de esos inmuebles fueron
ocupados nuevamente por otros ciudadanos que habían quedado
sin vivienda. Algunos de estos nuevos ocupantes procedían
de las villas de emergencia que el mismo Cacciatore había
demolido en varias partes de la ciudad. Otros tantos pertenecían
a sectores de la clase media que ya no podían pagar el alquiler,
luego de que la dictadura militar eliminara los precios máximos
para los alquileres y éstos se tornaron impagables para buena
parte de la clase trabajadora.
Con
el advenimiento de la democracia y las sucesivas crisis económicas,
el número de viviendas ocupadas sobre la traza de la ex AU3
–y en el resto de la ciudad- se fue incrementando. Este incremento
fue paralelo al de otra cifra, el de la emergencia habitacional.
El
28 de diciembre de 1999, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires
sancionó la ley 324, con la que apunta a la “Recuperación
de la traza de la ex – AU3”. El primer artículo
de la misma señala que sus objetivos son, entre otros, “reconstruir
el tejido urbano y social del área en cuestión”
y “brindar vivienda económica a los beneficiarios”.
Las
personas afectadas por aquella ley eran divididas en dos grupos,
los considerados beneficiarios (en relación a la solución
habitacional prometida por el gobierno) y aquellos que de todos
modos iban a ser desalojados. Para ser beneficiarios debían
cumplirse una serie de requisitos, tales como acreditar más
de tres años de ocupación y no estar percibiendo ningún
tipo de crédito inmobiliario con fines de adquirir o refaccionar
una vivienda.
A
pesar de que ésta ley es cuestionable por el hecho de que
ya excluía a muchas familias (los no beneficiarios), hubo
muchas que desde entonces se adhirieron al programa con la esperanza
de regularizar su situación y encontrar una solución
definitiva a su problema habitacional.
En
la dependencia que el gobierno porteño le destinó
a la Unidad Ejecutora de la Ex AU3, a cargo de Carlos Reggazoni,
se convoca a los vecinos para que acepten retirarse de sus terrenos
por las buenas: a los beneficiarios se les ofrece a cambio hasta
96 mil pesos (menos la deuda que mantengan en concepto de impuestos
municipales); mientras que a los no beneficiarios se les ofrecen
hasta 25 mil pesos.
Dentro
de la traza de la ex AU3, hay quince manzanas entre Avenida Congreso,
Álvarez Thomas, De los Incas y Rómulo Naón/Forest
que ya son un territorio en disputa. Allí viven 450 familias
que el gobierno pretende desalojar. Mauricio Macri decretó
ya 81 de estos desalojos. La respuesta no se hizo esperar: al menos
100 familias ya se organizaron para frenar este atropello. En principio
presentaron un amparo judicial con el que lograron detener los desalojos:
el juzgado de la Dra. Elena Liberatori les dio la razón al
tener en cuenta que el GCBA no les estaba ofreciendo a las familias
una solución definitiva a su problema de vivienda.
La
historia de la Villa 31 de Retiro está plagada de luchas
entre sus habitantes, quienes buscan la radicación definitiva
por medio de un plan de urbanización que les permita permanecer
en su tierra, y los avances del Estado de la Ciudad de Buenos Aires
por erradicarla negando el derecho a la vivienda de las personas
que la habitan. Durante la última dictadura militar, hubo
una erradicación compulsiva y violenta por medio de la cual
los y las habitantes de la villa eran subidos a la fuerza a camiones
del ejército y la marina y arreojados en el conurbano o deportados
a sus países de origen. Dicha expulsión fue frenada
en 1979 gracias al recurso de amparo presentado por un grupo de
“curas villeros” que permitió que 46 familias
permanecieron en el barrio, aunque sin agua corriente, luz ni gas.
Vuelta la democracia, el lugar volvió a poblarse y cuenta
hoy con más de 5000 familias entre la Villa 31 y la 31 bis,
separadas ambas por la Autopista Illia.
Contra
los avances del Estado por la erradicación de la villa, un
grupo de arquitectos de la Universidad de Buenos Aires diseñó
un proyecto de urbanización sin desalojos con el fin de convertir
la Villa 31 en el Barrio Mújica. Este proyecto fue presentado
en la Legislatura Porteña a mediados del año pasado,
la cual lo declaró de interés para la Ciudad. Sin
embargo, los planes de la gestión macrista son muy distintos.
Las
continuas presiones estatales de tipo parapolicial que sufren las
y los habitantes de la Villa 31 y 31 bis se fundamentan en el alto
valor que tienen sus más de 15 Ha. y el estigma discriminatorio
que los medios masivos de comunicación descargan sobre las
y los villeros. Uno de las inversiones más importantes que
el gobierno tiene destinado para la zona es la construcción
de Puerto Madero II. Se trata de una inversión de 480 millones
de dólares en la que participan capitales extranjeros tales
como la Corporación América S.A. –empresa privatizadora
de todos los aeropuertos del país-, el Banco Macro Bansud
S.A. y la constructora Fernández Prieto, que ya ha construido
gran parte de Puerto Madero I.
Otro
de los proyectos que es impulsado por el Jefe de Gobierno de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires es la reubicación
de las dependencias gubernamentales porteñas en la zona de
Barracas: área delimitada entre las calles Defensa, las avenidas
Patricios, Iriarte, Perito Moreno, Saenz y San Juan (Comuna N°
4).
En
dicho radio, se encuentran los hospitales de salud mental José
T. Borda, Braulio Moyano, Tobar Garcia, los cuales han sido objeto
de políticas de desabastecimiento, con el manifiesto perjuicio
en su funcionamiento y en los derechos de las personas beneficiarias,
con la proyección oficial de cerrar dichas instituciones.
Bajo la excusa de desinstitucionalizar la atención de salud
mental, tal como lo establece la Ley N° 448, el público
debate ha puesto en evidencia que el plan oficial no es otro que
destruir la salud pública, sin proponer una alternativa conforme
lo establece la Constitución.
En
la misma zona se encuentran otros predios que han sido intimados
para el desalojo, como toda el área circundante de la Plaza
España, el Centro Cultural y Cooperativa Trivenchi e inmuebles
vecinos, los cuales pretendieron ser desalojados por el GCBA usando
como excusa un Decreto/Ley del gobierno de facto de Ongania.
En
este marco, sumado a la falta de políticas progresivas de
desarrollo de la Comuna en cuestión, queda claro el objeto
arrasador del Plan del gobierno, que pretende esconderse bajo el
desarrollo de la Zona Sur de la Ciudad y la “recuperación
del espacio público”.
Desde
la Asamblea permanente contra los desalojos apuntamos a hacer visible
estas problemáticas. Y a romper el aislamiento y la dispersión
de las resistencias que surgen frente a esto.
El
gobierno se encuentra ejecutando un plan integral para hacer de
la ciudad un lugar cada vez más exclusivo, recortando el
acceso de las mayorías explotadas a todos los derechos básicos
y profundizando la represión y el control social. En este
marco intentamos situar la problemática habitacional y articular
las luchas no solo por la vivienda, sino por una vida digna en la
ciudad. Buscamos, no solo dar respuesta a los golpes que el sistema
nos propina, sino construir nuevos sentidos de lo público,
lo urbano y lo colectivo. Transformar el espacio público
en un lugar no de paso, ni de miedo, ni de control sino de encuentro,
de reflexión, de acción, de construcción.
• Ni gente sin casas ni casas sin gente.
• Basta de represión y desalojos.
• Declaración de la emergencia habitacional YA!.
• Disolución inmediata de la UCEP.
• Organización y lucha para construir una solución
definitiva al problema habitacional.